14 abril 2018

Nuestro viaje a Orizaba, Córdoba, Jalapa; último día

Hoy fue el último día de nuestro viaje; en la noche anterior Rubén nos había enviado un mensaje citándonos en La Parroquia a las 8:30 a.m. para desayunar; el único que no vio el mensaje fue Bruno quien desayunó en el hotel; afortunadamente Rafa también se quedó, pero no por ignorar el plan, sino porque ya tenía pagado su desayuno en el hotel. Nos fuimos a La Parroquia a pie, ya que solo había que caminar como 100 metros, subir una escalinata y atravesar la calle; vemos a Rosy, Caco, Rebe y Pedro empezando con el tradicional lechero.
En mesas redondas nos fuimos acomodando por parejas; Pily y Orlando.
4 en una mesa: Margarita, Cuca, Gonzalo y Ladislao; de pie Ivonne; una aclaración: en cuanto sirvieron el desayuno, los de la cachucha se la quitaron.
También 3: Beto, Estelita y Álvaro.


Hasta 5 en 2 mesas: Luis Rolando, Maru, Tina, Octavio y Cristy; en la parte posterior estaban Lalo (también de cachucha) y Judith.
Yola y Pompe.
Rubén y Tere.
Ivonne y Sergio
Al término del desayuno, Rubén se acercó para saluadar muy cariñosamente a su consuegro.
Rafa, quien para entonces ya había hecho su aparición, se acercó para salir en la foto.
Orgulloso, Octavio luce su sombrero último modelo importado de Perú.
Estas distinguidas jovencitas son nada menos que las hijas de Octavio y Orlando.
Pily y Orlando con su hija.
A las 10:30 a.m. abordamos el autobús rumbo al Museo de El Lencero, ubicado como a 10 Km. de Jalapa y 1/2 hora después ya estábamos dentro de él por la módica suma de $45.00; esta es una vista de las 2 casonas principales.
Esta es la Capilla Colonial después de haberse reformado el cuarto conocido como Casa de las Monjas.
El Lencero fue una hacienda construida en 1525 por Juan Lencero, quien fuera un soldado de Hernán Cortés, al recibir una merced real; aprovechamos para sacarnos la foto.
En sus inicios funcionó como una posada para los viajeros que se dirigían al Puerto de Veracruz o a la Ciudad de México, a los que posteriormente se les daba el servicio de reparación de carruajes; años después se introdujo la cría de ganado y el cultivo de algodón y de caña de azúcar, además de la alfarería; nos sacamos otra foto.
Mientras llegaba la guía que nos fue asignada, Ivonne nos platicó algo de historia relacionada con Antonio López de Santana, personaje siniestro que durante 34 años ocupó 11 veces la Presidencia de la República.
Atentos escuchábamos la plática de Ivonne; el 27 de mayo de 1842 el Gral. López de Santana compró El Lencero en $50,000.00; en 1856 el Gobierno de Comonfort decretó el embargo de todos los bienes de Santana y así este hombre se quedó sin El Lencero.
En su interior se exhiben muebles, objetos y recuerdos del siglo XIX como esto que vemos.
Esta es una recámara para las visitas; apenas se distingue en la parte inferior de la cama, el indispensable artefacto conocido como "bacinica", "borcelana" o simplemente "taza de noche".
El ropero.
Y encima de lo que hoy conocemos por tocador, se colocaban un recipiente con agua y el lavamanos para el aseo de la mañana.
Dicen que en esta cama dormía el Gral. Santana; al pie podemos ver otra vez la bacinica que en la actualidad ha sido sustituida, en casos de emergencia, por el cómodo o el pato. 
Nos dirigíamos a lo que fue la cochera.
En donde se exhiben 2 carruajes, uno particular y el otro de pasajeros.
Este es el particular en donde caben cuando mucho 4 personas.
Y este es el de pasajeros que contaba hasta con freno de mano.
El interior del carruaje para pasajeros; calculamos que el aforo era hasta de 20 pasajeros, quienes viajaban con todas las incomodidades a pesar de que los asientos eran acolchonados cubiertos de piel, pero ya se imaginarán los zangoloteos que tenían que soportar.
Continuamos nuestro recorrido.
El interior de los 2 conjuntos con una fuente en medio.
Una de las 2 laterales.
Y la otra lateral.
Escuchando las explicaciones de la guía.
Teniendo como fondo una buganvilia, tomamos una foto a la sección femenil de la comitiva; Rebe, Margarita, Jose, Maru, Cuca, Cristy, Tere, Estelita, Pily, Rosy, Tina y Yola; sentadas Ivonne y Pompe.
Y aquí estamos los chómpiras: Luis Rolando, Álvaro, Octavio, Gonzalo, Ladislao, Pedro, Bruno y Caco; en cuclillas Orlando, Lalo, Sergio, Beto, Rubén y Rafa.
A la 1:00 p.m. emprendimos la retirada, no sin antes tomar la última foto como recuerdo: la parte lateral de la Capilla Colonial.
Paisaje típico que disfrutamos camino a nuestro destino: Perote; cabe mencionar que el programa tenía previsto visitar el Fuerte de San Carlos, que fuera el antiguo Campo de Concentración establecido durante la II Guerra Mundial, lugar por demás interesante, ya que por si no lo sabían, allí estuvieron confinados italianos y alemanes detenidos en nuestro territorio (los italianos eran, en su mayoría, la tripulación de los buques tanque incautados por México a Italia en abril de 1940, rebautizados después como Potrero del Llano, Las Choapas, Faja de Oro, Amatlán y Tuxpan), todos torpedeados y hundidos por submarinos alemanes en 1942; dado que a la 1:30 p.m. teníamos que estar en el restaurante para comer, Rubén decidió cancelar esta visita.
Minutos después de la hora prevista, llegamos al restaurante vasco El Molino del Quijote en donde nos reservaron 3 mesas largas para 10 personas c/u; tratamos de obtener una foto panorámica pero la cámara seguía fallando.
Siendo la última comida del viaje, Rubén descargó todo el arsenal de vinos que nos quedaba; en la foto, parte de la mesa 1 en donde vemos a Cuca, Bruno, Jose y Rosy.
Otra parte de la mesa 1; alcanzamos a distinguir a Caco, Orlando, Pily, Ladislao y Margarita; observen la decoración de las paredes.
Los mismos vistos de cerca.
La mesa 2: Tina, Rebe, Pedro, Rafa, Luis Rolando, Cristy y Octavio; por estar supervisando el servicio, no salieron Tere y Rubén.

La misma mesa 2.
En esta foto salieron mas legibles los de la mesa 2.
 
La mesa 3 estuvo integrada por Beto, Lalo, Álvaro, Estelita, Judith, Ivonne, Sergio, Pompe y Yola.
Parte de la mesa 3.
La mesa 3 vista desde otro ángulo.
De entrada nos sirvieron una fabada al tradicional estilo vasco con porciones generosas de carne además de lo básico.
Para el plato principal nos ofrecieron 3 opciones: la primera fue salmón a la vasca con arroz blanco.
La segunda fue chuletón con verduras y papas.
Creo que la tercera fue la especialidad de la casa: robalo a la vasca, tan bien servido que fue la delicia de los que tuvimos la fortuna de pedirlo.
El vino tenía que ser agotado para aligerar el peso del autobús; así que tuvimos que hacer un primer brindis.
Rubén fue el encargado de llenar las copas de nuestra mesa para hacer el segundo brindis.
Nos presionaba para hacer el tercer brindis.
Como aquí pueden ver y ya era el cuarto brindis.
Con gran nostalgia hicimos el quinto y último brindis, sabedores de que sería la última convivencia, pues en ese momento viajaríamos rumbo a México.
A las 4:00 p.m. abordamos el autobús con la presencia de neblina.
La neblina en Perote es común.
Afortunadamente, tuvimos una visibilidad como de 50 metros, suficiente para evitar una eventualidad.
Hicimos una escala en Puebla para que Rubén pudiera viajar por su lado directamente a Cuernavaca; termina nuestra reseña con la foto del autobús para apreciar sus dimensiones y el porqué de tantas vicisitudes que confrontamos; en la parte posterior está el recuerdo del percance. Todavía faltaba algo: en el trayecto a México, nuestra velocidad era de 85 kph, pero nos alcanzó una patrulla aduciendo que en ese tramo debía de ser de 50 kph; no había manera de retroceder para verificar la señalización, así que el pobre conductor sufrió en su bolsillo lo que fue ganancia para el guardián de la seguridad ¡y todavía dicen que la corrupción está arriba!
AGRADECEMOS A RUBÉN EL TIEMPO, ESUERZO Y DINERO QUE DEDICÓ PARA QUE EL VIAJE FUERA UN ÉXITO; PERDURARÁ EN NUESTRA MEMORIA.

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