12 abril 2018

Nuestro viaje a Orizaba, Córdoba, Jalapa; segundo día



A las 8:00 a.m. ya estábamos desayunando el bufet; los que nos hospedamos en el hotel alterno llegamos a pie con nuestras maletas arrastrando, ya que la distancia no era mayor de 3 cuadras; la administración colocó varias mesas para 2 personas en el loby a fin de que estuviéramos más cómodos, ante la alta concurrencia en el restaurante.
Las 5 parejas que fuimos expulsadas del hotel por la carencia de agua, no tuvimos que pagar el desayuno pues nos lo dieron de cortesía, seguramente por la afrenta de que fuimos objeto.
El bufet fue como en todos los hoteles: chilaquiles, huevos en salsa, frijoles refritos y taquitos en salsa de frijol; además se podía pedir huevos al gusto, quesadillas y gorditas.
Aún así, nos asignaron una mesera para que el servicio fuera óptimo, tanto, que con una diligencia digna de encomio, fue a un café cercano para satisfacerme con un expreso que allí no había.
Cada quien con su pareja dada la restricción de las mesas.
Excepto Pompe debido a que Yola prefirió salir a comprar una artesanía.
Y también Octavio y Tina quienes le hicieron un lugar a su hija Maru.
Captamos a Bruno portando muy orgulloso una playera conmemorativa de sus 80 años, pero viéndola bien, era de los 80 años de PEMEX.
Con toda puntualidad nos recogió el tren en el cual haríamos un recorrido por la Ciudad.
Nos acomodamos conforme fuimos subiendo.
Caco luciendo su gorra de Cheyennes.
Seguíamos sentados y el guía no aparecía después de casi media hora de espera.
Por fin hizo su aparición el guía, ganándose una porra de las que la Generación sabe echar cuando alguien no es bien visto; el guía nos paró en seco diciendo que apenas le habían avisado sobre el recorrido; así que no tenía porque disculparse; aquí empezamos el recorrido: se trata del famoso Palacio de Hierro trasladado desde Francia en partes y atribuido falsamente a Eiffel el mismo que construyó La Torre de Paris.
Del lado izquierdo vemos parte del Palacio de Hierro.
Este es el frente.
Recorrimos en el tren los principales lugares de Orizaba, como el panteón, la iglesia de Dolores, la Fundación Mier y Pesado, hoy asilo de ancianos, la casa en donde nació Sara García, el parque Alberto López Nava, la Alameda Francisco Gabilondo Soler; por cierto, a Orizaba, conocida como la Ciudad de las Aguas Alegres, la bautizó Rafael Delgado como Pluviosilla en su novela La Calandria publicada en 1896 y también en Los Parientes Ricos publicada en 1903.
Esta es la Catedral de San Miguel Arcángel.
Fachada típica de las construcciones, hoy convertida en centro escolar.
Pasamos por un puente desde donde divisamos el río.
El Cerro del Borrego a donde se llaga por el teleférico; por cierto, allí fue en donde nos hicieron pomada los franceses en su segunda intervención.
Aquí vemos al Río Orizaba.
Otra vista del río.
Uno de los atractivos del río es que tiene una reserva animal; vemos a un para de iguanas.
Alcanzamos a distinguir unos venaditos.
Y a un pavo real.
Otra vista del río.
Y otra más.
Hicimos una escala para tomarnos la foto.
Y otra que amablemente sacó Rafa para que yo saliera en ella.
Por fin llegamos al teleférico; así se ve desde abajo.
Esta es la terminal.
Y empezamos a subir.
Muy lentamente.
Más arriba.
Empezábamos a dominar visualmente la Ciudad.
Desde la cabina.
Bruno, un poco nervioso, dirige su mirada hacia arriba buscando la bendición del Señor, mientras que Lalo y Judith ven hacia abajo.
Una selfi con Cristy y Jose.
La Ciudad cada vez más lejana teniendo como fondo la sierra.
Nos cruzamos con el teleférico que iba de bajada.
Ya casi llegábamos a la cima.
Foto tomada poco antes de descender.
Por fin llegamos, descendimos de la cabina y todavía tuvimos que trepar por un empedrado, desde donde vislumbramos este panorama.
El paseo apenas daba inicio, pero dadas nuestras condiciones precarias, decidimos retornar, no sin antes tomarnos la foto con Sergio, Bruno, Cristy y Jose.
Pero antes tomamos la última foto sin siquiera acercarnos al mirador, ya que, según pueden apreciar, el terreno era un empedrado que dificultaba nuestro andar con bastón.
Ya de regreso nos tocó con Yola y Pompe; al fondo, el cerro del Borrego.
Y ahora íbamos para abajo.
Lo que aprovechamos para obtener más fotos.
Ya casi llegábamos.
Fin de la experiencia.
Nos encontramos con la novedad de que Rubén y Caco habían preferido quedarse abajo tomándose unas chelas en este lugar; para haber sabido, nos hubiéramos quedado con ellos; de allí, caminamos un buen trecho hasta encontrar el autobús que nos trasladaría a Córdoba; como ya teníamos un retraso de consideración, Rubén decidió cancelar la visita al Portal de Zeballos que había programado y que es un lugar histórico, dado que allí se firmaron en 1821 los tratados de Córdoba, precursores de nuestra independencia.
En menos de una hora ya estábamos en Córdoba; aquí nos bajamos del autobús para comer en el restaurante El Tabachín de Zevallos.
Este es el jardín principal.
Foto tomada antes de entrar al restaurante.
Nos tenían reservadas 6 mesas en una de las laterales.
De inmediato, Rubén se dio a la tarea de colocar una botella de vino en cada mesa, pues previamente había negociado descorche libre.

Y acercar una mesa más para acomodarse con Álvaro.


Una mesa de solamente 4.
Otra mesa de 4; como entrada, nos sirvieron 2 tapas al mero estilo español.
Que hicieron un perfecto maridaje con el vino tinto; atrás podemos ver a 2 elementos del trío que nos tocó boleros de nuestra época.
La cámara nos empezó a fallar; de ahí que las fotos salieran ilegibles.
3 solitarias damas, hasta que este servidor llegó a acompañarlas, por eso las ven tan contentas.
Después de las deliciosas tapas, nos sirvieron una paella en porciones más que abundantes, mientras que el vino tinto empezaba a escasear; entonces ordenamos unas cuantas botellas de vino nacional XA a un precio bastante razonable ($190.00)
Al final decidimos juntar las mesas para escuchar boleros románticos de nuestra época, con el trío que ofrecía sus servicios.
Tomamos otra foto para que saliera Ladislao.
Así abandonamos esta bella Ciudad de Córdoba, despidiéndonos con esta foto.
Después de aproximadamente 4 horas llegamos a Jalapa pasando por una serie de peripecias debido al desconocimiento del conductor quien se dejó llevar por las instrucciones del GPS sin tomar en cuenta que estaba conduciendo un autobús de 13 metros de largo; entró a calles tan estrechas que en varias ocasiones tuvo dificultad para girar, pero en una de ellas demoró más de 1/2 hora en tomar una calle 90° a la derecha, pues había encallado en banqueta y paredes, al mismo tiempo que impedía el tránsito de autos; por fin llegamos a nuestro destino: el hotel Ha.
Otro problema fue registrarnos; esta cola que ven siguió igual por casi 1/2 hora; lo bueno que todo lo tomamos con buen humor; inclusive Orlando tuvo la gentileza de darme su lugar pues yo permanecí sentado viendo nada más.
Ya para retirarnos a dormir, se nos acercó a saludarnos un grupo de 4 estudiantes de UPIICSA y de ESCA, quienes al día siguiente asistirían a un encuentro intelectual con la participación de diversas instituciones; el más alto se llama Luis Adrián López; les deseamos mucha suerte con la seguridad de que saldrían triunfadores, pues estamos acostumbrados a que siempre ganamos.

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