05 octubre 2018

Viaje corto a El Oro y Tlalpujahua, primer día.

Hoy viajamos a El Oro, Méx. y a Tlalpujahua, Mich. para celebrar el cumpleaños No.83 de Pedro Alvarado; como de costumbre, el programa y la concertación de hoteles, restaurantes y autobús (en la foto), estuvo a cargo de Rubén Serros, aunque él no pudo acompañarnos por recomendación médica.
Siendo las 9:30 a.m. y con 30 pasajeros a bordo (13 parejas y 4 solteros), emprendimos nuestro viaje rumbo a El Oro.
Durante una pequeña escala técnica, aprovechamos para tomar esta foto.
Y esta otra.
Los sorprendimos cuando salían de la tienda con sendos cafés.
Abordando el autobús vemos a Felipe muy sonriente con su pequeña bolsa de mano.
Momento en que después de descender del autobús en El Oro, emprendíamos nuestra caminata al Palacio Municipal.
Pasamos enfrente del jardín; por cierto, El Oro se fundó en el siglo XVIII; el Municipio cuenta actualmente con poco más de 34,000 habitantes.
Una de las calles típicas de esta localidad, que el 13 de octubre de 1902 se convirtió en Ciudad con la denominación de "El Oro de Hidalgo", siendo la cabecera Municipal con alrededor de 5,000 habitantes.
El Oro fue nombrado Pueblo Mágico por la Secretaría de Turismo.
Por fin llegamos al Palacio Municipal; nótese su estilo neoclásico con 2 torres a la usanza inglesa.
La Guía explica el significado de los murales; El Oro fue, junto con Tlalpujahua, la provincia minera más rica y productiva; de allí que fuera un sitio atractivo para extranjeros, principalmente europeos, quienes dejaron sus países para establecerse aquí, ya que podían comprar fácilmente los terrenos.
Las minas de El Oro fueron explotadas desde el siglo XVII y a fines del siglo XIX alcanzaron su mayor producción.
Se extrajo el oro más puro del mundo; el proceso se facilitó con la llegada de mercurio que un español trajo; además, las minas de El Oro fueron las segundas más ricas del mundo, entre las cuales estaban "La Esperanza", "El Consuelo" y "La Providencia"
Una parte del grupo escuchaba con atención.
Hasta los que estaban en el extremo.
Parte del mural "El Génesis Minero" obra del artista mexicano Manuel D' Rugama.
Otra parte del mural.
Esta es la Sala de Cabildos.
Llama la atención que su ornamentación sea la original.
Foto tomada desde uno de los balcones del Palacio Municipal.
Vista al otro lado de la calle.
Abandonamos el Palacio Municipal para dirigirnos al Teatro Juárez.
Lamentablemente una falla eléctrica nos impidió el acceso, aun cuando trataron de operar la planta de emergencia; obviamente, se requería de la intervención de un Ingeniero Electricista pero nadie de nosotros se ofreció; un dato importante: el piano que aquí estuvo y que fuera tocado por grandes virtuosos, fue trasladado a Tlalpujahua y se conserva en el Museo Hermanos López Rayón, en donde nuestro compañero Carlos Palacios hizo gala de sus dotes como pianista.
Conseguimos esta foto, tomada de internet con crédito para De Hiper zober,  la cual da una idea del interior; este teatro se inauguró el 5 de febrero de 1907 y allí se presentaron espectáculos de muy alto nivel con los más importantes artistas de aquéllos tiempos; cuentan que cumplió una función social de importancia, ya que la población, principalmente los trabajadores, no tenían más distractores que un lugar al que bautizaron como"El Atorón" debido a que allí hacían escala para "echarse" sus "pulquitos".
Nos retiramos de este recinto con un buen sabor de boca y con algo que nos sorprendió: según la guía, en El Oro se establecieron, antes que en la Ciudad de México, grandes almacenes comerciales como El Palacio de Hierro y El Puerto de Liverpool.
Captamos el momento en que abandonábamos el Teatro Juárez.
En estos puestos, que de lejos semejan un tren largo, se expenden artesanías muy atractivas y originales.
Lo que fue la delicia de las mujeres.
Quienes todo querían comprar.
Iniciamos una caminata para dirigirnos a la estación de trenes.
Lo que nos dio la oportunidad de admirar sus calles limpias, sus prados bien conservados y el paisaje en general.
Como pueden comprobar en esta foto.
Ya mero llegábamos.
Por fin descubrimos la estación.
Esta es la estación; nótese la influencia extranjera en su arquitectura.
En su interior ya nos esperaba la guía para darnos algunas explicaciones; se inauguró en 1889 y fue fundamental para el acarreo de minerales, oro y plata, con lo que se incrementó la actividad comercial.
Un aspecto de la plática.
Todos escuchábamos atentos.
Una foto panorámica.
Algunos artefactos que los ferrocarrileros utilizaron en es época.
A la izquierda una máquina de escribir y a derecha una calculadora electromecánica que nos llamó la atención porque una similar utilizamos en nuestro primer trabajo, allá por el año de 1962.
Terminó la sesión y las damas se acercaron para felicitar a la guía, lo que aprovechamos para sacar una foto.
Y con las 13 damas que nos acompañaron.
Abandonamos este lugar legendario y lo primero que vimos fue un vagón de ferrocarril estacionado enfrente.
Nos dirigimos al restaurante en donde Rubén había concertado la comida; nótese que las construcciones, en general, son de estilos provenientes de Francia, como el neoclásico Francés, de moda entre ricos y aristócratas durante el gobierno de Porfirio Díaz.
La misma construcción.
Dimos un giro de 180° para obtener una última foto de la terminal, a la izquierda, y del paisaje.
Llegamos al restaurante La Ventana en donde nos servirían sopa tarasca como primer tiempo y enchiladas mineras como platillo principal, al módico precio de $90.00 por persona; posteriormente comprobamos que era sopa de tortilla y enchiladas tradicionales; pedimos cervezas artesanales y una botella de la bebida que aquí acostumbran, llamada "Chiva" y que no es otra cosa que anís con mezcla de hierbas de la región; al final nos salió en $150.00 por persona.
Este restaurante tiene cupo para 30 comensales, justo para nosotros; así nos acomodamos.
La parte del extremo derecho vista desde la entrada.
Vista hacia la entrada.
Extremo derecho visto hacia la entrada.
En una de las mesas vemos a Caco, Pily, Orlando y Rosy.
Carlos, Irene, Rafa, Claudio y Ramón.
Sergio, Ivonne y Joel.
Cristy, Poleth y Miguel.
Cuca, Margarita, Ladislao y Gonzalo.
La mesa más grande con Judith, Lalo, Loli, Efraín, Felipe, María, Bruno, Jose, Estelita y Álvaro.
Terminada la comida y antes de salir del establecimiento, tomamos esta foto; es un cuadro en la pared que dice así "Alemania, Austria y Noruega jugaron un papel importante en la creación de empresas mineras que generaron empleos. Al término de la bonanza se llevaron todo y no quedó más que el recuerdo. Menghini, Salhberg y muchos más dejaron a El Oro convertido en pueblo fantasma. Trumm Eisenbach, Whillhem y Guillermo Brockmann optaron por quedarse a ver renacer los bosques"
Y este otro "Influencia Inglesa. Más allá de las inversiones en la industria minera, fue evidente que el Reino Unido dotó de un peculiar estilo arquitectónico a El Oro. Muchas fueron las casonas de estilo inglés que se construyeron, algunas ocultas en los bosques que rodea al pueblo; no era de extrañar que también fueran habitadas por irlandeses y escoceses.. La solemnidad, las reglas de etiqueta y los buenos modales de Rowe, Raymond, Scob, Turnbull, McCoy y muchos más eran ya costumbre a las cinco de la tarde que era la hora del té en el Oro Club, en donde se daban cita altos funcionarios mineros"
Y finalmente este: "Influencia Árabe. El auge minero atrajo a múltiples empresarios de Turquía, Siria y Líbano. La mayoría fueron mercaderes y tenderos que pasaban su vida detrás de fríos, obscuros y húmedos mostradores de madera añeja con aroma a canela. Comerciaban artículos importados así como finas telas rasgadas por el tiempo y por el encierro de gatos. Familias predominantes: Auzi, Hop, Karam, Beraud, Buzali, Zarur, Matta, Cohen, Raab, Creylo, Bamqui, Musa, Levy y de Elía"
Emprendimos nuestra caminata de retorno al lugar en donde nos había dejado el autobús; aquí hicimos una pausa para descansar; al fondo vemos nuevamente la estación del tren.
Y enfrente nos topamos con el vagón convertido en el famoso restaurante "Vagón Express Minero".
Por curiosidad nos acercamos para ver los platillos que ofrece y sus precios.
Esta es la entrada.
Nos acercamos más para distinguir alguna mesas.
Foto tomada desde la entrada del vagón.
Continuamos nuestra caminata; este es un lugar bastante tranquilo como para pasar parte de la tarde.
Al final de este callejón está un centro comercial.
Aunque la distancia fue larga, no se nos hizo cansada.
Esta es una de las calles principales.
Antes de abordar el autobús que nos llevaría a Tlalpujahua, pasamos nuevamente por el parque.
Nos acomodamos y el operador se encaminó a nuestro destino, solo que yendo por la carretera en lugar de dar vuelta a la derecha para entrar a la Ciudad, continuó de frente como 300 metros girando a la izquierda para entrar a un terraplén en donde se estacionó junto a otros autobuses; el operador se bajó y después de cambiar impresiones con otros choferes, nos dijo "hasta aquí llego porque el autobús no puede entrar a Tlalpujahua"; y para el grupo aquí empezaron los problemas y aquí empezamos a extrañar a Rubén; el hotel nos hizo el favor de enviarnos una guía quien le indicó al chofer que sí había paso, accediendo a llevarnos, pero cuando llegamos a la entrada se negó rotundamente a continuar, aduciendo que por ser la feria de la esfera se le dificultaba maniobrar el retorno; en la foto pueden ver al autobús estacionado muy cerca de la carretera y a los pasajeros arrastrando sus maletas.
El trayecto al hotel fue bastante cansado, pues teníamos todas las desventajas, la banqueta muy angosta, cargar maletas, caminar de subida, la calle empedrada y no tener ni la más mínima idea de que tan lejos estaba el hotel.
Irene y Lolita.
Mucha dificultad para arrastrar la maletas con tremendo empedrado
Debemos reconocer que hubo un tramo con banqueta ancha en donde fue más fácil caminar.
De aquí al hotel ya solo nos faltaban como 200 metros, pero ya estábamos en Tlalpujahua; nos hospedamos 6 en la primera sección del Hotel Villa Minera; 7 en la segunda sección, la cual se ubica como a 100 metros de la primera y hay que salir a la calle para llegar; finalmente, 3 en el Hotel Jardín.
Aun cuando no había servicio de restaurante ni de bar, la administración del hotel nos ofreció facilidades para hacer allí una reunión; rápidamente nos organizamos: Rafa compró una botella de brandy, me parece que Torres 10, y encargamos cafés y pasteles.
Con la condición de que a las 11:00 p.m. nos retiráramos.
Y así fue; a esa hora brindamos por última vez los únicos desvelados, pues los demás ya estaban descansando en sus habitaciones; esto fue, a grandes rasgos, lo que nos pasó en el primer día del viaje con una experiencia desagradable originada, en buena medida, por la ausencia de Rubén.

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