01 abril 2016

Nuestro viaje a Guanajuato, segundo día.


Este es el hotel Castillo de Santa Cecilia en Guanajuato; aquí nos hospedamos desde la noche del 31 de marzo (foto cortesía de Rubén Serros).
Un acercamiento (foto cortesía de Rubén Serros)



Vista desde una de las habitaciones (foto cortesía de Rubén Serros).

A las 8:00 a.m. del viernes 1° de abril, ya estábamos desayunando en el restaurante del Hotel Castillo de Santa Cecilia en Guanajuato; muy contento vemos a Efraín Aguado que por sentirse indispuesto no hizo el viaje con nosotros el día anterior; lo flanquean Joel y Rafa.
Joel, Felipe, Rafa y Lety.
Roberto, Sergio, Ivonne y Celia.
Álvaro, Estelita, Octavio, Tina, Judith y Lalo casi de espaldas.
Tere y Rubén.
Mi familia.
Ladislao y Margarita; a las 9:00 a.m. llegó Jesús Luna, guía que el Gobierno del Estado nos asignó gracias a las gestiones de Rubén; así que abordamos el autobús rumbo a La Valenciana.
Esta es la iglesia de La Valenciana a donde arribamos a las 10:00 a.m..
Otra vista de la iglesia.
Jesús Luna dando sus primeras explicaciones; por cierto, este guía logró que nuestro paseo fuera agradable haciendo comentarios chuscos hasta al grado de hacernos reír constantemente.
Muy atentos a lo que decía el guía.
Había que admirar los detalles que el guía indicaba.
Vista del grupo.
La iglesia por dentro.
Uno de los altares.

De cerca


De más cerca (foto cortesía de Rubén Serros).
 


Otro acercamiento para apreciar los detalles (foto cortesía de Rubén Serros).
 
Uno de los frescos.
Otro.
El significado de los adornos en la fachada.
Jesús, nuestro guía, señala los diferentes detalles de la construcción, antes de emprender la retirada hacia el Museo de la Santa Inquisición; serían como las 10:50 a.m.
A las 11:50 a.m. llegamos al museo pues antes nos llevaron a conocer una tienda de artesanías en donde adquirimos algunos objetos; antes de iniciar el recorrido tomamos un descanso (foto cortesía de Rubén Serros).


 
Nos recibió una guía cuya indumentaria semejaba a la de un monje.
Así se torturaba los herejes para que confesaran.
La guía nos explicaba el uso de los diferentes artefactos para torturar.
No crean que esto es un cabrito al pastor; es una persona sometida a tortura.
Que bueno que no vivimos en esa época.
Este es el clásico "garrote vil"
La concurrencia contemplaba atónita hasta donde la iglesia imponía sus creencias.
Una escena de las explicaciones de la guía.
Cerca de las 12:00 p.m. la guía concluía su labor.
Para enseguida pasar a la parte exterior en donde explicó como es la construcción de lo que fueron las celdas.
De repente nos encontramos con la figura de un monje torturando a un hereje; los presentes casi juraríamos que eran Rafa y Sergio.
Como a la 1:00 p.m. llegamos a las inmediaciones de La Alhóndiga de Granaditas para visitar el museo que allí se encuentra.


Este es el interior de la Alhóndiga (foto cortesía de Rubén Serros).


Vista del costado derecho (foto cortesía de Rubén Serros).




Vista del costado izquierdo (foto cortesía de Rubén Serros).

 
Dentro de la Alhóndiga el guía daba unas explicaciones; no hay indicios de que "El Pípila hubiera existido.
Tomamos esta foto en el interior del museo.
Con el cansancio reflejado en sus rostros vemos a Estelita, Tere, Rubén y Álvaro; en cambio mi yerno con su computadora haciendo un informe de su trabajo.
Alguien me tomó esta foto con Felipe, Roberto, y mis 2 nietos.
Antes de retirarnos y como una hora después de haber llegado nos tomamos la foto del grupo en el patio de La Alhóndiga.
Nos dirigimos al restaurante para la comida, pero teníamos que caminar un trayecto largo, lo que aprovechó el guía para detenerse en algunos lugares importantes que deberíamos conocer.
Por ejemplo, la Plaza de San Roque, cuna de los festivales Cervantinos.
Cuyas gradas son inamovibles.
Llegamos al legendario callejón del beso en donde los únicos que hicieron el protocolo de darse un beso de lengüita fueron Lalo y Judith, pero no pudimos obtener la foto por la excesiva aglomeración de paseantes.
El cansancio y el hambre se apoderaban de nosotros pero el guía impasible seguía deteniéndose en cualquier lugar en donde pasábamos.
Como aquí.
De donde se podía admirar La Basílica.
Y una de las típicas calles.
A las 3:30 p.m. hicimos la última escala en una construcción denominada monumento colonial.




Y nos dirigimos directamente al Restaurante La Tratoría de Elena (foto cortesía de Rubén Serros).



Poco antes de llegar pasamos por aquí (foto cortesía de Rubén Serros).



Vislumbramos del lado izquierdo el jardín Unión y del derecho el Teatro Juárez (foto cortesía de Rubén Serros).

El jardín Unión visto de frente (foto cortesía de Rubén Serros).

Siguiendo por el callejón que se ve al fondo, se llega al teatro Cervantes y todavía más adelante nos encontraríamos con el Parque de las Embajadoras (foto cortesía de Rubén Serros).

Un acercamiento al Teatro Juárez (foto cortesía de Rubén Serros).

Foto tomada antes de entrar al restaurante (foto cortesía de Rubén Serros).
Y, ¡por fin! llegamos al restaurante La Tratoría de Elena, ubicado enfrente del Jardín Unión y a un costado del Teatro Juárez; la reservación era para las 3:00 p.m. y llegamos una hora después.
Lo primero que hicimos fue pedir una botella de vodka con aguas quina y varias de vino tinto español.
Empezaron a servir el vino pero el vodka no llegaba.
Llegó por fin el vodka y ahora sí todos teníamos con que brindar como aquí vemos.
Otro brindis y se dirigían a mí.
Más brindis.
Hasta que me di cuenta que eran en mi honor, ya que en este 1° de abril cumplí 77 años a las 8:00 a.m.; junto con mi familia posé para la foto.
Antes de empezar a comer, captamos a Cristy, Joel, Roberto, Celia, Margarita y Ladislao.
Lalo, Álvaro, Estelita, Tina y mis 2 nietos.
Rubén, Tere, Judith con su copa, Lalo, Álvaro y Estelita.
Los mismos pero más de cerca.
Una parte de la mesa.
Los de enfrente.
Cuatro Mecánicos y un Electrónico luciendo la camisa del Cincuentenario de nuestra Generación.
Después de terminarnos toda la comida y bebida, decidimos retirarnos no si antes obtener la foto del recuerdo; faltó Efraín quien se quedó en el hotel recuperándose de su malestar.
3 horas con 45 minutos después de haber llegado al restaurante, o sea a las 7:45 p.m., salimos a la calle en donde se veía una auténtica romería; la gente se apiñaba en el jardín, en la calle y en las escaleras del Teatro.
Decidimos sentarnos en la escalinata para obtener esta foto; Álvaro y Estelita se quedaron para conocer el interior del teatro; nos perdieron cuando salieron lo que fue un gran acierto, ya que tomaron taxi para llegar al hotel, sin imaginar que los demás tendríamos que seguir caminando y hacer escala en lugares interesantes.
El guía explica la historia de una construcción.
Desde donde pudimos admirar la belleza de esta iglesia.
Más explicaciones.
Otra escala a las puertas de otro edificio.
Con todo y el cansancio escuchábamos atentos las explicaciones del guía.
Como aquí pueden apreciar.
Seguíamos atentos.
Y es que Jesús Luna resultó ser Licenciado y Doctor en Historia, por lo que disfrutaba de sus disertaciones.
Otra vista del  ismo sitio.
A las 8:20 p.m. alguien nos sacó esta foto en el monumento a Jorge Negrete, enfrente lo que fue su casa.
Seguimos caminando como 20 minutos, cuando encontramos a la famosa cantina "El Incendio", a donde mi hija Tita, Arturito y Felipe querían entrar para tomar un refrigerio..
No nos cansábamos de admirar las bellezas de Guanajuato, así hubieran sido simples calles como ésta.
O como esta fuente.
Pero seguíamos caminando.
Otro monumento interesante.
Serían como las 9:00 p.m. cuando nos topamos con la Universidad cuya escalinata es famosa.


Vista de la escalinata (foto cortesía de Rubén Serros)


Vista parcial de la Universidad. (foto cortesía de Rubén Serros)
Sentados en la escalinata escuchábamos atentos las explicaciones de Jesús.
En esta Universidad se han formado los mejores Ingenieros en Minas.
Siendo las 9:30 p.m. Chucho Luna todavía tenía cuerda para continuar con su labor, mientras que nosotros también continuábamos con nuestra labor estoica de conocer más sobre Guanajuato.


Pasadas las 10:00 p.m. arribamos al hotel; pensé que era de caballeros invitarles un trago por ser mi cumpleaños; solamente aceptaron, Rubén, Tere, Sergio, Ivonne, Rafa, Felipe y Joel, más mi hija y mi yerno, pues los demás prefirieron ir a dormir (foto cortesía de Rubén Serros).

Lamentablemente, el restaurante ya estaba cerrado y el servicio del bar alcanzó solo para una tanda de vodkas y cervezas; Rubén salvó la situación, pues como siempre ha sido un hombre previsor, sacó de una bolsa un buen vino tinto y de otra un sacacorchos (foto cortesía de Rubén Serros).

Una vez conseguidas copas nos vimos en la necesidad de degustar el vino (foto cortesía de Rubén Serros)
Estábamos tan absortos en nuestra plática que las mujeres y mi yerno decidieron retirarse a sus habitaciones; nosotros hicimos lo mismo pero como a la una de la mañana, terminando así un día inolvidable durante el cual un Maestro en Historia puso a prueba nuestra resistencia al cansancio.
No supe si fue consecuencia del vino o del cansancio, que en mis sueños se aparecía una y otra vez la efigie de Rafa Paredes vestido de monje, aplicando infame tortura a un hereje que venía siendo Sergio Quezada.

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