11 mayo 2021

Semblanza de Samuel Maldonado Bautista

J. Jesús Samuel Maldonado Bautista. Cumplió 80 años el pasado 11 de abril. Foto: Agosto 2018.

 

SEMBLANZA

 

 J. JESUS SAMUEL MALDONADO BAUTISTA

11 DE ABRIL DE 1941

 

MORELIA, MICH.

Ing. Mecánico, ESIME, Generación 1959-1962. Titulado en 1964.Maestría en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Kobe, Japón (1973 – 1974). Asistencia a Seminario en Administración presupuestaria y Gestión Económica de las entidades federales, realizados en agosto y septiembre, en Berlín en 1983, promovida por la Fundación Alemana para el Desarrollo internacional.

Durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en Michoacán, participa como Coordinador general para el desarrollo del Estado Michoacán. Años mas tarde, Diputado Federal por el Distrito X de la Capital del Estado. Presidente Municipal de la capital Michoacana.

Como Diputado Federal representé al Congreso Nacional en un Seminario realizado en Nairobi,  África.

Autor de:

Turbinas de gas, Manual de conocimientos para el Mecánico de mantenimiento.

 Marlequín (novela)

El Ruido del Silencio (novela)

Esaracel (novela)

Origen y perspectivas del Partido de la Revolución Democrática

Crónica de una experiencia

Presencia de Samuel Maldonado en el Congreso de la Unión

De Política y de Cuentos, de Mentiras y de Sueños

La Sierra y la Costa Michoacana (Libro de fotografías)

El ABC del AMOR (Novela) en proceso de impresión.

La llegada a la ciudad de México, no al Distrito Federal, me tocó vivirla cuando tenía cinco años y me matricularon en la escuela Morelos ubicada en el barrio de las Capuchinas: mi escuela era Federal y se localiza aún hoy en día en parte de un Convento de Monjas, mismas que tenían su Escuela en el mismo edificio, pero separadas por una pared que dividía al Convento. Recuerdo muy bien que mi abuela materna me llevaba a la Escuela y para atravesar las calles más transitadas, sujetaba del brazo de un transeúnte y le pedía que le atravesara la calle, principalmente las que tenían doble flujo. Años más tarde mis padres llegaron a México y se ubicaron en la calle 5 de Febrero, casi para llegar al río de la piedad que aún no estaba canalizado. A la orilla del viejo canal del agua (ahora Viaducto Piedad), que apestaba a madres, me subía a un árbol para estudiar ya estando en la Prevo 5. De ahí a la Voca 2 y finalmente a mi querida ESIME, donde todavía no me juntaba con los estimados y queridos pillos ya viejos (más que yo) o de la misma edad.

Presenté mi tesis para titularme y los pinches profesores que me examinaron y me hicieron ver mi ignorancia supina. Regresaron momentos después de deliberar, me aprobaron y me consideraron como su colega “los pinches” profesores.

II

En los primeros años de la profesión recorrí la República, de costa a costa y de frontera a frontera, trabajando en la Comisión Federal de Electricidad, luego tuve la oportunidad de irme a Japón, estudié en la Universidad de Kobe y me especialicé en el diseño y construcción de Turbinas de Vapor y a mi regreso de Japón, hasta ubicarme en la Termoeléctrica de Manzanillo. En mi estancia en Japón me pidió el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas que le mantuviera al tanto de mi avance en la Universidad de Kobe, Japón. Desde mi experiencia en Japón, escribí una tesis sobre Turbinas de Gas o Vapor, que ya residiendo en México, lo convertí en un Manual Práctico para el Ingeniero de Mantenimiento, con un tiraje de mil ejemplares. Pero afortunadamente o no, cuando Cuauhtémoc Cárdenas llegó a Gobernador de Michoacán, me invitó a colaborar con él y esa desviación profesional me llevó a la política, pues fui Coordinador de Apoyo Municipal. Diputado Federal, Presidente de la Capital Michoacana y a seguir escribiendo cuentos y mentiras. A la fecha cuento con 14 libros escritos y cerca de diez mil “REPERCUSIONES” (notas periodísticas)

MI DIOS… ¡SI ERES UN SUEÑO!

“El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí, no importa que sean dos

minutos o uno sólo yo seré feliz…el tiempo que te …”.

Esta melodía replica interna y silenciosamente en mi cerebro, tal como lo hacen las 

viejas Campanas de los cuatro viejos relojes de pared que están en el pasillo de mi 

casa, en la sala y en mi estudio.

Uno de estos, mi preferido que colocado al lado de mi escritorio, está que suena y 

resuena cada quince minutos, cada media hora y cada hora, de tal suerte que llenan 

de música mi casa y que las oigo repicar como si fueran las campanas de la Iglesia San

Diego, de la que era yo acólito. No hay noche y día que no toquen, salvo todas las horas

del día y la noche salvo cuando por olvido alguno, no les doy cuerda.

Los viejos relojes de mi casa tienen un sonido diáfano, lacónico…, me parecen tristes sus

sonidos, tal como si fueran una queja constante por el maltrato recibido por sus muchos

dueños que nunca los arreglaron ni nunca fueron agradecidos por las horas recibidas en

los años que les pertenecieron.

Mis relojes son de pared, con caja de madera, desde luego tan reseca que se volvieron

muy acústicos por el paso de los años; de algunos no tengo idea ni siquiera de sus

antecedentes, de su marca, sin fecha alguna de fabricación; el paso de los segundos,

de los minutos, de las horas, de los días de los años y por el descuido de sus ex dueños,

reflejan ahora sus quejas aun cuando ya están reparados, tocan y dan sonidos apacibles.

No son relojes hechos por artesanos; sus mecanismos fueron fabricados en serie, 

armados con engranes y resortes muy delicados, pieza por pieza, armados por expertos

“relojeros” que en la modernidad de estos tiempos ya sucumben los relojes llenos de 

tristeza, porque no hay ya quien repare esas antigüedades. Ahora, sencillamente los

relojes los compramos, les cambiamos las pilas y si se descomponen, sencillamente los

tiramos al cesto de la papelera como simples basuras electrónicas.

Con el avance científico, son millones de millones los relojes construidos en todos los

rincones del mundo y cuyos precios son disparatados, desde aquellos que relumbran por

ser de oro puro con incrustaciones de pequeñísimos diamantes que sustituyen a los 

viejos números romanos, o de los números ordinarios.  Los antiguos relojes de Sol, 

quedaron petrificados en el tiempo, como piedras, canteras o mármoles vetustos que 

dan ahora lástima por el patético desprecio de sus poseedores, o bien, por la erosión 

debido a su exposición a la intemperie, a la lluvia y al propio astro Rey que, al darles

luz y provocar sombras, marcaban las horas del transcurrir del tiempo. No había

segundos para esos milenarios relojes de piedra (que más bien eran de Sol) y tampoco

se necesitaba contarlos, pues la vida transcurría lenta y con frecuencia muy monótona, 

de tal manera que a nadie le interesaba ver el girar de las manecillas.

Actualmente los valores de los relojes se tasan en cientos o miles de dólares, sobre todos

los de oro o platino que se venden enjoyados. Otros oscilan en tan sólo algunos pesos

pues son puro plástico, aguantables temporalmente, pero no renovables.

¡Mis relojes, con caja de madera, no tienen valor económico alguno y son muy bien

Apreciados por su resistencia al maltrato y sufrimiento que sus diferentes dueños les

dieron; por eso, estos relojes de pared los aprecio, porque son del tiempo de la chinga

da, que de tan viejos como están, dan pura lástima. Ya por la noche, el tic tac de los 

relojes me retumba y me re chinga pues no me dejan dormir, de tal manera que me dan

 ganas de saltar de la cama, acercarme al estudio y botar uno de estos vejestorios por la 

ventana de mi cuarto, como castigo por mantenerme despierto con su tic tac constante y sus

campanadas de cada media hora o cada hora. Los Cucús de los relojes de mi colección,

cada hora abren su ventana para que salga su “pajarito” a recrearnos e indicarnos

la hora que es. Son de un trato delicado y si llega a caerse es darlos por perdidos, pues

es difícil encontrar repuestos salvo que algún coleccionista de estos aparatos, te venda

el engrane que necesitas. A la hora en punto, se abre una ventanita por donde sale el

cucú y a contar salta cada hora de su cueva, que hace mover la cuerda y los hace cantar.

Los péndulos redondos de los grandes relojes de pared, van moviéndose u oscilando de

un lado a otro como tratando de igualar los movimientos de los hermosos pechos de las

doncellas quinceañeras y o casaderas, mismas que al cantonarse coquetamente, mueven

sus pechos grandes, medianos o pequeños, para disfrute de los mirones.

Me da tristeza ver mis viejos relojes, principalmente los llamados de “Pared” que, sin

cuerda alguna, permanecen estáticos y empolvados, pues difícilmente encuentras

refacciones.

Mis relojes viejos, mismos me traen viejos e inolvidables recuerdos de nuestra corta

Juventud y sobre todo, el recuerdo de las novias y amigas tan queridas ¡ah qué tiempos

aquellos, señor Don Samuel!

Esos péndulos de bronce pulido y que no tienen descanso alguno, son de una belleza

Especial y de inconmensurable estima, pues han trascendido ya en la historia de la

humanidad.

 

 

 

 

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