J. Jesús Samuel Maldonado Bautista. Cumplió 80 años el pasado 11 de abril. Foto: Agosto 2018. |
SEMBLANZA
J. JESUS SAMUEL MALDONADO BAUTISTA 11 DE
ABRIL DE 1941
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MORELIA, MICH.
Ing. Mecánico, ESIME, Generación 1959-1962. Titulado
en 1964.Maestría en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Kobe, Japón
(1973 – 1974). Asistencia a Seminario en Administración presupuestaria y
Gestión Económica de las entidades federales, realizados en agosto y
septiembre, en Berlín en 1983, promovida por la Fundación Alemana para el
Desarrollo internacional.
Durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en
Michoacán, participa como Coordinador general para el desarrollo del Estado
Michoacán. Años mas tarde, Diputado Federal por el Distrito X de la Capital del
Estado. Presidente Municipal de la capital Michoacana.
Como Diputado Federal representé al Congreso
Nacional en un Seminario realizado en Nairobi,
África.
Autor de:
Turbinas de gas, Manual de conocimientos para
el Mecánico de mantenimiento.
Marlequín
(novela)
El Ruido del Silencio (novela)
Esaracel (novela)
Origen y perspectivas del Partido de la
Revolución Democrática
Crónica de una experiencia
Presencia de Samuel Maldonado en el Congreso
de la Unión
De Política y de Cuentos, de Mentiras y de
Sueños
La Sierra y la Costa Michoacana (Libro de
fotografías)
El ABC del AMOR (Novela) en proceso de
impresión.
La llegada a la ciudad de México, no al Distrito Federal, me tocó vivirla cuando tenía cinco años y me matricularon en la escuela Morelos ubicada en el barrio de las Capuchinas: mi escuela era Federal y se localiza aún hoy en día en parte de un Convento de Monjas, mismas que tenían su Escuela en el mismo edificio, pero separadas por una pared que dividía al Convento. Recuerdo muy bien que mi abuela materna me llevaba a la Escuela y para atravesar las calles más transitadas, sujetaba del brazo de un transeúnte y le pedía que le atravesara la calle, principalmente las que tenían doble flujo. Años más tarde mis padres llegaron a México y se ubicaron en la calle 5 de Febrero, casi para llegar al río de la piedad que aún no estaba canalizado. A la orilla del viejo canal del agua (ahora Viaducto Piedad), que apestaba a madres, me subía a un árbol para estudiar ya estando en la Prevo 5. De ahí a la Voca 2 y finalmente a mi querida ESIME, donde todavía no me juntaba con los estimados y queridos pillos ya viejos (más que yo) o de la misma edad.
Presenté mi tesis para titularme y los
pinches profesores que me examinaron y me hicieron ver mi ignorancia supina. Regresaron
momentos después de deliberar, me aprobaron y me consideraron como su colega “los
pinches” profesores.
II
En los primeros años de la profesión recorrí la República, de costa a costa y de frontera a frontera, trabajando en la Comisión Federal de Electricidad, luego tuve la oportunidad de irme a Japón, estudié en la Universidad de Kobe y me especialicé en el diseño y construcción de Turbinas de Vapor y a mi regreso de Japón, hasta ubicarme en la Termoeléctrica de Manzanillo. En mi estancia en Japón me pidió el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas que le mantuviera al tanto de mi avance en la Universidad de Kobe, Japón. Desde mi experiencia en Japón, escribí una tesis sobre Turbinas de Gas o Vapor, que ya residiendo en México, lo convertí en un Manual Práctico para el Ingeniero de Mantenimiento, con un tiraje de mil ejemplares. Pero afortunadamente o no, cuando Cuauhtémoc Cárdenas llegó a Gobernador de Michoacán, me invitó a colaborar con él y esa desviación profesional me llevó a la política, pues fui Coordinador de Apoyo Municipal. Diputado Federal, Presidente de la Capital Michoacana y a seguir escribiendo cuentos y mentiras. A la fecha cuento con 14 libros escritos y cerca de diez mil “REPERCUSIONES” (notas periodísticas)
MI DIOS… ¡SI ERES UN SUEÑO! “El tiempo que te quede libre, si te
es posible, dedícalo a mí, no importa que sean dos minutos o uno sólo yo seré feliz…el
tiempo que te …”. Esta melodía replica interna y silenciosamente en mi cerebro, tal como lo hacen las viejas Campanas de los cuatro viejos relojes de pared que están en el pasillo de mi casa, en la sala y en mi estudio. Uno de estos, mi preferido que colocado al lado de mi escritorio, está que suena y resuena cada quince minutos, cada media hora y cada hora, de tal suerte que llenan de música mi casa y que las oigo repicar como si fueran las campanas de la Iglesia San Diego, de la que era yo acólito. No hay noche y día que no toquen, salvo todas las horas del día y la noche salvo cuando por olvido alguno, no les doy cuerda. Los viejos relojes de mi casa tienen
un sonido diáfano, lacónico…, me parecen tristes sus sonidos, tal como si fueran una queja
constante por el maltrato recibido por sus muchos dueños que nunca los arreglaron ni
nunca fueron agradecidos por las horas recibidas en los años que les pertenecieron. Mis relojes son de pared, con caja de
madera, desde luego tan reseca que se volvieron muy acústicos por el paso de los años;
de algunos no tengo idea ni siquiera de sus antecedentes, de su marca, sin fecha
alguna de fabricación; el paso de los segundos, de los minutos, de las horas, de los
días de los años y por el descuido de sus ex dueños, reflejan ahora sus quejas aun cuando
ya están reparados, tocan y dan sonidos apacibles. No son relojes hechos por artesanos; sus mecanismos fueron fabricados en serie, armados con engranes y resortes muy delicados, pieza por pieza, armados por expertos “relojeros” que en la modernidad de estos tiempos ya sucumben los relojes llenos de tristeza, porque no hay ya quien repare esas antigüedades. Ahora, sencillamente los relojes los compramos, les cambiamos las pilas y si se descomponen, sencillamente los tiramos al cesto de la papelera como simples basuras electrónicas. Con el avance científico, son millones
de millones los relojes construidos en todos los rincones del mundo y cuyos precios son disparatados, desde aquellos que
relumbran por ser de oro puro con incrustaciones de pequeñísimos diamantes que sustituyen a los viejos números romanos, o de los números ordinarios. Los antiguos relojes de Sol, quedaron petrificados en el tiempo, como piedras, canteras o mármoles vetustos que dan ahora lástima por el patético desprecio de sus poseedores, o bien, por la erosión debido a su exposición a la intemperie, a la lluvia y al propio astro Rey que, al darles luz y provocar sombras, marcaban las horas del transcurrir del tiempo. No había segundos para esos milenarios relojes de piedra (que más bien eran de Sol) y tampoco se necesitaba contarlos, pues la vida transcurría lenta y con frecuencia muy monótona, de tal manera que a nadie le interesaba ver el girar de las manecillas. Actualmente los valores de los relojes
se tasan en cientos o miles de dólares, sobre todos los de oro o platino que se venden
enjoyados. Otros oscilan en tan sólo algunos pesos pues son puro plástico, aguantables
temporalmente, pero no renovables. ¡Mis relojes, con caja de madera, no
tienen valor económico alguno y son muy bien Apreciados por su resistencia al maltrato y sufrimiento que sus
diferentes dueños les dieron; por eso, estos relojes de pared los aprecio, porque son del tiempo de la chinga da, que de tan viejos como están, dan pura lástima. Ya por la noche, el tic tac de los relojes me retumba y me re chinga pues no me dejan dormir, de tal manera que me dan ganas de saltar de la cama, acercarme al estudio y botar uno de estos vejestorios por la ventana de mi cuarto, como castigo por mantenerme despierto con su tic tac constante y sus campanadas de cada media hora o cada
hora. Los Cucús de los relojes de mi colección, cada hora abren su ventana para que
salga su “pajarito” a recrearnos e indicarnos la hora que es. Son de un trato
delicado y si llega a caerse es darlos por perdidos, pues es difícil encontrar repuestos salvo
que algún coleccionista de estos aparatos, te venda el engrane que necesitas. A la hora en
punto, se abre una ventanita por donde sale el cucú y a contar salta cada hora de su
cueva, que hace mover la cuerda y los hace cantar. Los péndulos redondos de los grandes
relojes de pared, van moviéndose u oscilando de un lado a otro como tratando de
igualar los movimientos de los hermosos pechos de las doncellas quinceañeras y o casaderas,
mismas que al cantonarse coquetamente, mueven sus pechos grandes, medianos o
pequeños, para disfrute de los mirones. Me da tristeza ver mis viejos relojes,
principalmente los llamados de “Pared” que, sin cuerda alguna, permanecen estáticos y
empolvados, pues difícilmente encuentras refacciones. Mis relojes viejos, mismos me traen
viejos e inolvidables recuerdos de nuestra corta Juventud y sobre todo, el recuerdo de las novias y amigas tan queridas
¡ah qué tiempos aquellos, señor Don Samuel! Esos péndulos de bronce pulido y que
no tienen descanso alguno, son de una belleza Especial y de inconmensurable estima, pues han trascendido ya en la
historia de la humanidad.
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