13 abril 2020

Recuerdos: Paella en casa de Miguel Galván (2003)

Continúa nuestro encierro por cuarto lunes consecutivo; no sabemos exactamente que extrañamos más de La Rambla, si las comilonas, el aperitivo, generalmente un vodka tonic, la plática, incluyendo anécdotas, el digestivo o la jugada de dominó, lo que nos hace recordar viejos tiempos, como la vez en que nos reunimos a comer en la casa de Miguel Galván, el 1° de noviembre del 2003, cuya invitación se produjo después del viaje que hicimos a Tlaxcala; Miguel nos dijo "los invito a mi casa el próximo día de muertos, con 2 condiciones, una, que Felipe nos prepare una paella y la otra, que seamos los mismos 11 que estamos aquí, más los que quieran incorporarse"; lamentablemente, de esos 11 se disculparon Roberto Santana, Vicente Rocha y León Sametz; de la nueva convocatoria solo 3 respondieron afirmativamente: Lalo Fernández, Juan Vázquez Lombera y Octavio De La Torre, por lo que la asistencia también fue de 11 más nuestras acompañantes. En la foto vemos como nos íbamos acomodando conforme llegábamos.


Nótense los lugares que quedaron vacíos y es que no contábamos con las dificultades que teníamos que sortear para llegar a la casa de Miguel, localizada en un pueblo desconocido por el estado de Morelos a cuyos alrededores no hay más que carretera con bastante vegetación; así que la mayoría de los invitados declinó.
 
Una vista de la poca concurrencia.
Algunas mujeres hicieron su grupo aparte.
Pero otras, como Armida y Tina, fueron fieles a sus consortes.
También Pily.
Después del tremendo viaje, no había de otra que apagar la sed con unas cervecitas bien frías.
Que Arturo, mi yerno, diligentemente servía.
De repente, algunas se pusieron de pie para preguntar ¿y la paella cuando?
Por lo que fue necesario, primero, organizar la lumbre, para lo cual todos daban órdenes y sugerencias.
Hasta que se les prendió el foco tomando a un barril como quemador a base de leña; aquí vemos, entre otros, al sobrino y tío, Sergio y Miguel, respectivamente.
Felipe tuvo que intervenir para que la leña proporcionara el calor suficiente.
Por fin el problema fue superado y todos sonrientes.
Entonces intervinieron Orlando y Amalia quienes mostraron sus dotes de cocineros, pues con una rapidez increíble rebanaron todos los ingredientes que Felipe había traído desde México.
Aquí los vemos en plena acción.
Quien iba a imaginar que Orlando tuviera esas cualidades de chef.
Todo lo hacía bien bajo la supervisión de Felipe.
Etapa también superada, por lo que ahora solo faltaba incorporar todo a la cazuela, vulgarmente denominada paella.
Mientras Felipe no dejaba de remover, vemos a José Luis muy sonriente.
Hasta Fidel se acomidió a ayudar a Felipe en la movida.
Después como de una hora de cocimiento, la paella quedó lista para servir y a una indicación de Felipe se formó la cola; los que empezaron fueron el hijo de Miguel, su nieto, su nuera, mi hija Tita y Cristi.
Tina, Estelita, Amalia y Fidel.
Llegaban a su destino Amalia y Fidel.
Aurorita y José Luis.
Luis Rolando
Mayra, la hija de Álvaro.
Cristi.
Lalo.
Pily.
Álvaro.
Orlando, Arturo y Tere.
Otra vez Orlando.
Y otra vez Tere.
Y al final, nada menos que el anfitrión.
La repartición terminó con un abrazo entre Felipe y Miguel.
Cuando ya caía la noche nos tomamos la foto de los 11 entusiastas; de pie, José Luis Beristaín, Felipe Varea, Álvaro González, Miguel Galván, Sergio Galván y Fidel Rebolloso; sentados, Octavio De La Torre, Luis Rolando Figueroa, Orlando Camacho, Juan Vázquez Lombera y Lalo Fernández, de los cuales ya se nos adelantaron Fidel, Álvaro y Juan.
Antes de despedirnos pasamos al interior de la casa.
Nos juntamos en el comedor pero sin tomar asiento, pues teníamos que apurar el camino de regreso por lo riesgoso, dada la oscuridad.
Por más que deseábamos que la plática fuera breve, nos enfrascamos en una serie de anécdotas.
Explicadas en su mayoría por Miguel.
Y nos resitíamos a sentarnos para no dilatar la plática.
Pero todo era inútil; Miguel continuaba comentando hechos realmente interesantes.
Que nos dejaban con buen sabor de boca.
Hasta que por fin dio por terminada la sesión con tan buen tino, que sugirió no regresar a México, sino quedarnos en el hotel Hacienda de Cocoyoc, ofreciéndole a mi hija una habitación en su casa para no exponer a su bebé.
Idea que nos entusiasmó a algunos, aunque la mayoría prefirió regresar a su destino.
Nos acercamos para una foto.
Para que los demás se juntaran también.
Y al final todos; solo faltó Sergio, quien ya había hecho la graciosa huida. Algunos enfilaron a México y otros al hotel; Cristi y yo nos acomodamos en la camioneta de Fidel, ella atrás con Amalia y yo adelante con Fidel, quien tomó un camino equivocado, ya que la noche era espesa y no pudimos seguir a Juan, Álvaro, José Luis, Miguel y Orlando que se nos adelantaron; la carretera estaba solitaria, con mucha vegetación y mas negra que mi conciencia; cuando de repente nos impiden el paso como 10 mozalbetes alumbrándose con lámparas, lo que nos obligó a detenernos; lentamente se nos fueron acercando; le dije a Fidel "no vayas a bajar el cristal", pero ellos nos obligaron; yo pensé "hasta aquí llegamos; que Dios se apiade de nuestra alma"; Fidel se vio obligado a bajar el cristal y cuando estábamos indefensos, nos mostraron algo que en su interior tenía una vela y casi al unísono dijeron "¡¡¡No nos dan para nuestra calavera!!!" por un reflejo natural, saqué un billete que ni supe de cuanto era y les dije "repártanselo" al mismo tiempo que nos acordábamos que era día de muertos.
Serían como las 10 de la noche cuando arribamos al hotel e inmediatamente nos arreglaron una mesa larga para tomar una merienda.
A la mañana siguiente tomamos el bufet; para entonces ya habían llegado mi hija y el hijo de Miguel, a quienes vemos al frente de la foto.
Captamos a las orgullosas abuelitas con sus respectivos nietos: Cristi y Tere.
Después del desayuno nos tomamos la foto.
Aprovechamos para hacer un recorrido por la Hacienda; aquí en la capilla.
En uno de tantos atractivos.
Teniendo como fondo la capilla.
Finalizamos esta reseña con una foto que muestra el porqué este hotel estuvo y seguirá estando de moda.
MUCHAS GRACIAS MIGUEL POR TU HOSPITALIDAD.
FUISTE EL CULPABLE DE QUE PASÁRAMOS UN DIA DE MUERTOS INOLVIDABLE.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por este recuerdo eres un gran cronista. Se te olvidó comentar lo hermoso de la casa ideaday construida por Miguel con adobe de su invención

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  2. Magnífica reseña Luisito y si me trae gratos recuerdos, no por que haya asistido a esa comida y, sinó que fuí a la siguiente, también en la casa de Miguel

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