Nos acordamos bien de que una tarde, recargados sobre la pared de uno de los edificios del colegio Tepeyac, el padre Lambert nos dijo: “Me gustaría mucho ayudar a algún equipo de México: no importa de que categoría”. El fútbol americano iba creciendo en México, y el encontraba la ocasión de volver al deporte que quería tanto.
Nos dio mucho gusto escuchar el deseo del Padre Lambert. Después de todo, nosotros también éramos enamorados del fútbol americano. Y seguimos siéndolo. Inclusive habíamos jugado dos temporadas.
Nos quedamos pensando a donde llevar este ofrecimiento sencillo y sincero del Padre. Y se nos vino a la cabeza la idea de que fuera al equipo de la Universidad. La cosa era clara; éramos universitarios. Por cierto que se iniciaba entonces la vida deportiva del Tapatío Méndez, quien había sido ayudante de aquel Mister Hoban uno de los pioneros del deporte del emparrillado.
Fuimos pues, a ver al equipo de la Universidad, presentamos al Padre con el actual Ingeniero Jorge Navas Portugal, que ha sido uno de nuestros mejores Quarter backs y que hasta hace poco tiempo fue ayudante del Tapatío.
Y comenzaron las amarguras para el Padre. Comenzaron a darle largas al asunto. Nos citaban un día, y otro, y otro, y nos mandaban a ver a fulano, y a zutano y a perengano. Parecía como que el Padre Lambert estaba ofreciendo algo desleal o indigno.
Nos mortificaba aquella actitud, pero le mortificaba más al Padre. Pero una noche, en una de aquellas citas “a la mexicana”, nos encontramos en el edificio de la Guay a Jorge Prieto Arguelles, aquel famoso “Pocho” Prieto, el extraordinario Quarterback de los Burros Blancos. Jorge Prieto era también profesor del Colegio Tepeyac. Le dijimos las cosas que estaban ocurriendo y fue hasta entonces que se entero que el Padre Lambert era Coach de fútbol americano. Por esos días había estallado una crisis en el equipo del Poli. Había salido el Sapo Mendiola y la escuadra esta sin jefe. Oiga, Padre, - le dijo el Pocho Prieto- ¿Por qué no se va con nosotros al Politécnico?
El destino comenzaba a tejer las redes que ligaron al Padre Lambert con el Politécnico. Y además, para siempre, porque él será del Poli mientras tenga vida, y aunque este lejos de Santo Tomas.
Segunda Parte: ¿POLITECNICO? ¿UNIVERSIDAD? ¡VAYASE USTED AL POLI PADRE!
Ante la pregunta que le hiciera el “Pocho” Prieto al Padre Lambert de que porque no se iba al Politécnico, que en esos momentos estaba sin Coach, el Padre Lambert se quedó por unos instantes pensativo. Posiblemente recordando todo lo que habíamos platicado en el Colegio, respecto de las características generales de los equipos y jugadores más afamados del país, el Politécnico y la Universidad. El contestó: “no sé, tengo un compromiso con Figueroa, ya veremos más tarde”.
El quarterback del Poli no cejó en sus pretensiones. Durante varios días estuvo trabajando sobre el asunto, pero, evitando la presencia nuestra por temor de que le hiciéramos interferencia. Así llegamos una mañana, que para nosotros es histórica en la vida del futbol americano en México, ya que iba a iniciarse una etapa, la más brillante de todas.
Muy temprano, posiblemente después de haber meditado muy bien sobre la cuestión, el Padre nos buscó en el Colegio y nos dijo:
-Victor, tengo que contarle una cosa: el Politécnico me ha hecho una proposición formal: me han presentado con los directivos y jugadores y todos están de acuerdo, pero no he decidido nada hasta no hablar con usted.
Debemos confesar que el Padre siempre nos honró con esa deferencia, desde que lo conocimos hasta ahora que nos envió esa carta, tristemente célebre, en la que nos comunicó, primero que a nadie el penoso resultado de los exámenes clínicos de Rochester.
Todos sus problemas, preocupaciones, alegrías nos las comunicaba, y dentro de nuestras modestas posibilidades, siempre hicimos hasta lo imposible por servir al amigo, por ayudar al religioso, por alentar al Coach.
Pues bien, en aquella ocasión, por unos instantes nos quedamos pendientes de las palabras del Padre Lambert. El, sin esperar que contestáramos, agregó:
Créame que no hare nada que usted no me diga. Además, estoy en cierta forma comprometido con usted, ¿Qué me aconseja?
-Padre. Le dije –después de haber repasado por mi mente muchas cosas de las que ya habíamos hablado, acerca de los jóvenes, de su formación, de la naturaleza de nuestras máximas instituciones docentes, etc. Creo que el lugar más indicado es el Politécnico, váyase usted al Poli, es ahí donde lo necesitan y en donde dado su carácter, usted podrá hacer mucho. Tendrá usted dificultades, porque ahí prevalece una corriente de tendencia liberal, pero es precisamente en ese lugar donde se puede hacer una gran labor.
El padre no dudó ya más, su afición al futbol aunada con su misión sacerdotal, lo impulsaban a la gran aventura. Fue en ese momento cuando surgió el más famoso coach que hayan tenido los bravos muchachos del Politécnico. El coach que suavizó muchas rebeldías, que impuso disciplina, que inspiró respeto y moralidad, y que se hizo querer como ninguno otro. Además fue el competente entrenador que llevó a sus muchachos a realizar sus más caros anhelos: derrotar al inveterado campeón, al Universidad.
Por nuestra parte, no dejábamos de sentir cierta tristeza, pues con la determinación del Padre, veíamos que se nos iba una esperanza, la de verlo en nuestro equipo de la Universidad, en donde seguramente también hubiera realizado una magnífica labor.
Fue así como el Padre Lambert entró al futbol americano en México, dirigiendo a un equipo de colorido y tradición y al que le dedicó sus mejores años. Fue él, el que le dio el gran impulso a este deporte y el que hizo posible que el futbol fuera lucha caballerosa y con un gran espíritu deportivo. Coadyuvo también a su adelanto técnico y a su mejor organización.
Durante su primera temporada como coach en México, su equipo gano 7 juegos y perdió uno. Utilizó el sistema de caja de Notre Dame y también formación “I”. La actuación del Politécnico en ese año de 1945 fue sencillamente sensacional, con un final de maravilla cuando en un partido inenarrable por la intensa emotividad, los Burros Blancos derrotaban a la Universidad por el apretado score de 13-12 arrebatándoles el campeonato que poseían desde hacía muchos años los universitarios.
Sera difícil olvidar algún día aquel espectáculo que ofreció la tribuna politécnica en el desaparecido Estadio Nacional, ante el triunfo de los “guinda y blanco”. Miles de antorchas improvisadas con periódicos se encendieron para externar el júbilo y la intensa emoción que en esos momentos vivía la fanaticada politécnica. Los jugadores del Poli lloraban de emoción, los de la Universidad de rabia. ¡Que grande fue ese juego!
Sal Padre Lambert lo pasearon en hombros, todos se abrazaban y se felicitaban y la algarabía politécnica no termino, ahí, recorrieron las calles de la ciudad hasta muy avanzada la noche, festejando el glorioso triunfo de su equipo, ahí quedaba impresa la primera pagina brillante de la historia de este coach que se convirtió en un ídolo del Poli y que ahora lucha contra una grave enfermedad.
Esa misma tarde la de su primera victoria fuimos a felicitarlo, no podíamos dejar de hacerlo, fuimos sus amigos, aunque nos dolía la derrota de nuestro equipo. Justo es decir también que para esa victoria indirectamente influyó un hombre: el “Sapo” Mendiola, el ex Coah del Politécnico, ese gran forjador de jugadores.
Tercera Parte: LO QUE LE FALTABA AL POLITÉCNICO
Un hombre influyó también en aquel glamoroso triunfo de los burros Blancos de 1945, cuando ya estaban bajo la guía del Reverendo Padre Lambert, fue el Coach del Politécnico: Salvador “Sapo” Mendiola. Hay que darle a cada quien lo que le corresponde. En esto debemos ser siempre justos.
El “Sapo” Mendiola, con su gran pasión por el fútbol, había forjado grandes jugadores y había presentado en los torneos conjuntos de mucho colorido y jugando buen fútbol. Pero desgraciadamente, las cosas al final no le salían bien; faltaba algo. Era muy común ver durante las temporadas anteriores a la llegada del Padre Lambert, la misma historia, la misma fórmula con sus muchachos del Politécnico: Un comienzo de espanto, una potencialidad extraordinaria en los primeros partidos, al final, el rotundo fracaso, la impotencia, especialmente cuando se enfrentaban a la Universidad.
Cuando llegó el padre Lambert, tenía en el equipo que iba a dirigir, buen material humano que había salido de las manos del “Sapo” Mendiola. Pero ese algo que le faltaba al Poli que le impedía coronarse como monarca del fútbol, vino a dárselo el Padre. Ese “algo”, eran: confianza en los jugadores y un espíritu más elevado de deportivismo.
Después de ese gran triunfo de 1945, el Padre Lambert vino a ser un miembro imprescindible de la familia que constituía nuestro fútbol. Siempre fueron muy tomadas en cuenta sus observaciones y sus sugerencias. A el se le atribuye la implantación de las actuales reglas de elegibilidad.
La vida en el Colegio Tepeyac se iba sucediendo con toda normalidad. El Padre tenía además un puesto de carácter administrativo dentro de la Escuela. Comenzaba a ser el personaje más popular entre los alumnos e inclusive había ya muchos que por el Padre eran simpatizadores acérrimos del Politécnico. No se diga de las venerables religiosas y de los otros padres que estaban en el colegio, pues para ellos no había otro equipo que el de los “Burros Blancos”, aunque no supieran ni en donde se hallaba la institución a la que pertenecían. Todo era por cariño al Padre, que como hombre y sacerdote se hacía querer por todos, por su simpatía, su magnífico humor y su caballerosidad.
En aquel tiempo, el Colegio del Tepeyac tenía dos departamentos, el de varones y el de mujeres, los maestros éramos los mismos para dichas secciones. Una vez, en uno de los recreos, estaba platicando con nosotros el Padre Lambert. Nos encontrábamos en el patio de las muchachas, cuando de repente se acercan tres chiquillas como de quince años, y una de ellas, la más simpática y atrevida a la vez, le dijo: - tomando en cuenta que el padre sabia muy poco español – “Padre, es usted un mango”. No pudimos contener la risa, aunque debíamos aparentar sorpresa. El Padre, nos miró, interrogaba con la mirada, y de la manera más natural y tranquila nos preguntó: ¿qué es un mango? Y antes que le explicara, las muchachas corrieron a mezclarse con las que estaban jugando en el campo de recreo.
La apostura y buen presencia del padre Lambert le acarrearon muchas veces y en todas partes situaciones muy comprometedoras. Con frecuencia oíamos estas exclamaciones femeninas ¡Que Padre tan padre!, ¿Con este Padre si me vuelvo santa!, etc. etc. Y el Padre Lambert, que bien se daba cuenta de muchas de estas cosas, aunque no las entendiera, las tomaba despreocupadamente, sonreía y jamás volvía a acordarse de ellas.
En 1946, que fue el año en que regreso a Atchison, Kansas fueron dos las causas que lo orillaron a dejar México. La primera es que quería hacerse monje Trapense, es decir quería pasar a una Orden religiosa de más estricta disciplina. La Trapa, como en todo mundo se le conoce, es una derivación de la Orden de los Benedictinos que sigue más estrictamente las primitivas reglas que impusiera su fundador San Benito. Los trapenses no hablan y se imponen muchas privaciones. La segunda causa fue que su Abad lo solicitaba. Ante todo estaba la obediencia del religioso.
Cuando se supo de su viaje de retorno a los Estados Unidos, hubo un gran número de peticiones que llegaron hasta su Abad para que lo dejara aquí. Pero todo fue inútil. Naturalmente los que más sintieron el viaje fueron los muchachos del Politécnico, ellos también hicieron hasta lo imposible para retenerlo, pero nada se logró.
Ante esto no les quedo a los del Politécnico sino conformarse y organizaron en honor del Padre Lambert una cena de despedida. Esta se efectuó el mismo día en que iba a partir, en la misma casa donde el Padre vivía, en la casa de don Emilio Lanzagorta en la Colonia Lindavista. Como es de suponer, no podíamos faltar. Ahí nos congregamos sus amigos y sus jugadores y otro Padre Andrés Saldaña, mexicano que quiere mucho al Padre Lambert y que ahora también se encuentra en Atchison. Este Padre mexicano fue manager del equipo “guinda y blanco”.
Pues bien, aquella cena fue memorable y es otra de las cosas que guardamos muy dentro de nuestro corazón y que seguramente ninguno de los que estuvimos presentes habremos olvidado.
Cuarta Parte: ¡Y VOLVIO !
Esa cena de despedida fue muy emotiva y constituyo una prueba de lo mucho que ya se le quería. Al principio fueron risas y alegría como deseando olvidar lo que era inevitable, pero, al poco tiempo tuvimos que enfrentarnos con la triste realidad. Comenzaron los discursos y comenzaron también a salir algunas lágrimas. Era digno de verse como aquellos atletas, aquellos fornidos muchachos que eran unos leones en las canchas, parecían unos chiquillos desolados.
Nosotros no resultábamos inmunes a la emotividad del momento, sentíamos un nudo en la garganta. No era para menos. El primero que hablo y fungió también como maestro de ceremonias, fue el Padre Andrés, luego el que esto escribe, y más tarde algunos de los muchachos del Poli. Es obvio decir que todo lo que se dijo fue pleno de sinceridad, de gratitud y de deseos vehementes porque aquello no fuera una despedida definitiva. También se hizo mención y se recalcó la magnífica labor que en tan poco tiempo había realizado el Padre Lambert en el Politécnico.
Al final habló el Padre Lambert. No recordamos haberlo visto tan emocionado como aquella vez. Sus palabras eran entrecortadas. En verdad tuvo que hacer un gran esfuerzo para conservar la ecuanimidad. Agradeció aquella prueba de amistad y de cariño, y nos deseo a todos todo el bienestar que pueda alcanzarse en esta tierra.
A estas alturas, era mayor el número de los que lloraban. Aun recordamos las lagrimas del Tarzan Saldaña ( q.e.p.d.), que se convirtió más tarde en un gran amigo del “Pibe” Vallarí, el que andando el tiempo cambio sus sentimientos hacia el Padre, Uriel González y muchos otros que no recordamos ahora. El más conmovido fue sin duda “Tarzan” Saldaña, y fue precisamente esa identificación de sentimientos, la que nos hizo después buenos amigos. La muerte de este noble muchacho, en un trágico accidente en Forth Worth, conmovió profundamente al Padre y a todos.
Volviendo al asunto, solo nos queda decir que poco después de las palabras del Padre Lambert, de los abrazos, de las despedidas y de la bendición que nos impartió, abordo un automóvil que ya lo estaba esperando. El sentimiento llego a su clímax. No sabíamos si era una despedida para siempre, pero en nosotros ya quedaba indeleble el recuerdo de un gran hombre.
Al poco tiempo recibimos cartas suyas. Desde allá nos aseguraba que el Politécnico seguiría siendo campeón, ¡Como iba a olvidar a su equipo!, luego, durante largo tiempo no hubo comunicación entre nosotros. Por otros medios supimos que ya estaba con los monjes trapenses, pero poco después, también recibimos la noticia de que había enfermado, y debido a una intensa amibiasis, tuvo que regresar a su antiguo monasterio.
Durante esos años que no lo volvimos a ver, el Padre tuvo la pena de perder a su admirable madre, que como dijimos en días pasados, fue nombrada Madre Católica de América. Esto sucedió en 1947. En ese mismo año, el Padre hizo unos estudios de postgraduado en la famosa Universidad de Texas, en Austin. Esta Universidad es una de las más grandes y más bonitas de los Estados Unidos. Además, es famosa por su equipo de fútbol los “Cuernos Largos” llaman a sus integrantes.
Mientras tanto, aquí en México, se notaba que al Poli le faltaba el Padre. Los pumas volvían a reinar, y se hacían gestiones porque regresara el Padre Lambert. Inclusive fueron varias comisiones a Kansas, pero nada se pudo conseguir.
El equipo del Poli volvía a ser la victima de los Pumas; en 1946 perdieron por 29 a 13, en 1947 por 32 a 14 y en 1948 por 21 a 13, precisamente los años en que estuvo ausente el Padre.
Durante ese tiempo también hubo cambios en el Colegio del Tepeyac. Las muchachas se fueron a un nuevo colegio, el Guadalupe, el cual quedo bajo la dirección de las Madres Benedictinas norteamericanas – las mismas que se ponían en oración cada vez que jugaba el equipo del Padre Lambert – y en el Tepeyac se quedaron los varones con otros Padres Benedictinos que no pertenecían a la misma Abadía de los primeros. Mencionamos esto porque hay que aclarar que los únicos religiosos que conocían al Reverendo Padre Lambert, eran las Madres. Y fue precisamente la cabeza de ellas, la Madre Mildred Knoebber, la que influyó decisivamente para que regresara a México el famoso Coach del Politécnico. Ella lo solicito como capellán de su congregación, cosa que le fue concedida.
Debido a esta gestión, acompañada del clamor general de los polis, fue posible el regreso del Padre en 1949. El recibimiento que le tributaron en el casco de Santo Tomas fue indescriptible, apoteótico. La recepción oficial, presidida por las autoridades del Instituto, fue memorable. Inútil es decir que automáticamente quedaba al frente del equipo “guinda y blanco”.
Al día siguiente de su llegada, lo vimos en el comedor del Colegio Guadalupe. Antes de saludarnos, lo primero que nos dijo fue: “¿Cómo esta Universidad?” a lo que contestamos “Ganando”, y para llevarle la contraria como viejos amigos agregamos “ Y este año será también para nosotros”. El nunca olvidó nuestra filiación universitaria. Sin embargo fuimos siempre buenos amigos. Las Madres que en ese momento lo acompañaban, intervinieron de inmediato en la polémica. No habían dejado de ser partidarias del Politécnico y en ese momento menos, cuando festejaban el regreso del amigo, del sacerdote que iba a ser su director espiritual.